Zaratustra se marchó a la montaña; esperando gozar de su soledad se encontró con Caín, Prometeo y Sísifo; obviamente,no salió nada "bueno" para los "buenos": Bajó de la montaña
el Zaratustra anarquista y rebelde.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Anarquismo y justicia social en la pugna del espectro político

He visto como compañeros anarquistas -no sólo de este punto geográfico, sino más allá de él, en otras latitudes y longitudes- se han mostrado complacientes con el proceso “revolucionario socialista” que acá se vive, dejando a un lado una de las ideas centrales y núcleo teórico del anarquismo como es la crítica al Estado; al respecto, Bakunin expresó con contundencia en su obra “Dios y el Estado”: “ Explotar y gobernar significan la misma cosa: la una completa a la otra y le sirve de medio y de fin.”
            Esta contradicción parece muy normal, considerando que el reconocido lingüista Noam Chomsky, habiéndose definido como anarquista, ofrece patrocinio intelectual a otros Estados, en retribución quizá de la publicidad que recibieron sus libros, o más bien, buscar a sus 81 años, el protagonismo político del que algunos intelectuales en diferentes momentos históricos han sacado provecho. Queda en evidencia que la libertad no es sólo un mero conocimiento, más importante aún, es un profundo sentimiento.
            Con todo respeto hago saber esta inquietud, pues la discusión en lugar de centrarse en cómo unir esfuerzos para alcanzar un modelo de sociedad autogestionada, libre de las imposiciones estatales y de transnacionales, se ha centrado en determinar si es posible o no un anarquismo complaciente con la estructura de poder del Estado. No podemos caer en la tentación facilista de trabajar sobre la base de lo ya existente, pues esto implicaría la continuidad y perpetuidad del sistema. Es necesario, entre otras cosas, dar el paso superador de la economía de mercado.
            Si en definitiva, el anarquismo está condenado a servir y doblegarse ante el Estado, habré de volver a mi nihilismo con rasgos existencialistas y pesimistas, corriendo el riesgo de regresar a la montaña porque sencillamente el hombre es una causa perdida. Pues si Zaratustra no regresó a la montaña, mucho menos yo; me aseguraré de no terminar de este modo; si así es la realidad tocante, la lucha consistirá en negar y rechazar el anarquismo a manera de una especie de anarquista del anarquismo.
            Llegué al anarquismo por medio del nihilismo y el existencialismo; no a través de de ideologías políticas de izquierda. Quizá parezcan ideas descabelladas y sin sentido; si así fuere, no pienso perder mi tiempo creando y estructurando un sistema filosófico que sustente tales ideas sólo para demostrar que si es posible tal cosa. Con el hecho de que yo mismo esté convencido, me basta.
            Por lo anteriormente expuesto, considero particularmente que el anarquismo no tiene lugar alguno en ese espectro político simplista, obsoleto, vigente y reinante desde tiempos mucho más allá de la revolución francesa, que además ha producido innumerables pugnas en las sociedades humanas. Vaya revolución. Una revolución que se sostiene con ideas del siglo XIV quizá. Es hora de evolucionar, es hora de desechar lo inútil, lo inservible… lo obsoleto.
            En este punto geográfico, la situación actual se ha conformado de tal manera, que han hecho suponer que estas ideas vagas acerca de socialismo o de izquierda son nuevas, lo cual es totalmente falso. Sin embargo, asumiré para la alegría de algunos, que estas ideas son realmente inéditas o, mejor aún, para su tristeza, debido a la vaguedad de las mismas, si es que esto tiene alguna importancia para alguien.
            En medio de esta moda oportunista del socialismo del siglo XXI venezolano, se puede apreciar claramente la ya acostumbrada pugna, aparentemente ideológica, entre la izquierda y la derecha, surgida de la arraigada, histórica y tradicional distinción del espectro político. Un espectro político que se muestra en su máxima expresión unidimensional, como línea recta, cual cuerda sometida a dos tensiones producto de dos masas en movimiento, que ejercen fuerza en direcciones opuestas sólo para el beneficio de poder de unos pocos.
            Una pugna aparentemente ideológica, puesto que ninguno de los extremos, “socialistas” o “liberales”, conocen con precisión y exactitud el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan a una y a otra. No conocen las ideas de si mismo, ni mucho menos aquéllas a las que dicen oponerse con tanto frenesí. Ni un extremo, ni el otro, se habrán tropezado en su camino con “El capital” de Marx y Engels, o con “El hombre unidimensional” de Marcuse; mucho menos con el “Ensayo sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones” de Adam Smith o con el “Camino de servidumbre” de Von Hayek.
            La justicia social es precisamente una de las dimensiones de la pugna entre pensadores socialistas y liberales; lo demás no cuenta, ni políticos, ni seguidores de políticos, ambas categorías sólo son masa amorfa y aglutinada. Esto no es más que una arrogancia intencionada, y dirigida con el fin de lograr el despertar del hombre -en especial de los seguidores de políticos- y su auténtica autonomía.
            “La justicia social se refiere a la organización de la sociedad de tal modo que el bien común, al que se espera que todos contribuyan en proporción de su capacidad y oportunidad, esté al alcance de todos los miembros para su uso y goce normales”, Fagothey.   La justicia social es aspiración del hombre, del mismo modo como lo es la libertad y la igualdad.
            En este sentido, se han diferenciado dos posturas: la igualdad de oportunidad y la igualdad de resultado. En cuanto a la igualdad de oportunidad, históricamente ha sido preferida por el pensamiento liberal, puesto que grosso modo, se basa en la diferenciación de resultados por decisiones individuales, la iniciativa individual, la competencia y la superación personal, eliminando además las barreras legales. Lo propio ocurre con la preferencia de los pensadores socialistas por la igualdad de resultados, ya que todas las decisiones se hallan concentradas en las manos del Estado, lo que por consiguiente exime de la responsabilidad individual y de la libertad; aunado a esto, requiere necesariamente de una redistribución de los recursos y la riqueza, que en la práctica llevan a cabo forzadamente.
            Por estos lares es frecuente ver a algunos socialistas venezolanos del siglo XXI, hablar ingenuamente a favor de la “igualdad de oportunidades”, asociándolas de manera tan básica con el socialismo, sólo porque aparece retratada la palabra “igualdad”. Otros, probablemente sabrán lo que están diciendo, y esto no denota otra cosa más, de que estamos en presencia de un capitalismo socialista o socialismo capitalista, realmente da igual. Lo cierto es que se manifiesta a través de un capitalismo de Estado.
            El anarquismo desde una perspectiva dialéctica, se considera la síntesis resultante de una tesis representada por el socialismo y una antítesis representada por el liberalismo. Análogamente, podría hallarse alguna alternativa entre las antinomias de igualdad –de resultados y de oportunidades- derivadas de la noción de justicia social. Sin embargo, considero que la realidad refleja un problema más complejo como para pretender resolverlo con la simpleza dialéctica. Esto sería trabajo de un pensador y no de un seudopensador como yo.
            En todo caso, al mejor estilo proudhoniano, sería necesario construir un equilibrio funcional que permita la convivencia de aquellas tendencias que en sí mismas son contradictorias, igualdad de oportunidades por un lado, e igualdad de resultados por el otro.
            Como diría Mijail Bakunin: “Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad”. Quizá, bien valdría decir: oportunidad sin resultado es privilegio e injusticia; resultado sin oportunidad es esclavitud y brutalidad.


¡¡¡Levantate y lucha, salud y libertad!!!

lunes, 6 de diciembre de 2010

La anarquía según la ignorancia voluntaria de un ilustrado déspota

         
Soy crítico del materialismo dialéctico de Marx, con el cual sentó las bases de lo que Engels denominaría “Socialismo científico”, por considerarlo una profecía determinista-reduccionista, limitada, básica, elemental, lineal y unidimensional; pero indiscutiblemente fue meritorio articular un conjunto de ideas en una teoría que impactó, y satisfizo la necesidad de una supersticiosa ley de la sociedad basada en la lucha del “hombre masa” de las sociedades humanas en el siglo XIX. Aunque el rigor erudito que ofrece este adjetivo del socialismo es irrelevante para mí -tomando en cuenta que de la ciencia derivan dogmas de fe tanto o más peligrosos que aquellos de naturaleza política y religiosa, y en tanto que surgen de una comunidad científica con actitudes no menos vulgares que las del común, que además afectan directamente a éstos últimos-definitivamente no cabe duda que la dialéctica en sí misma, y no necesariamente la materialista, es aplicable en el análisis y estudio de un objeto simple, básico, predecible y unidimensional. Como veremos, la ley dialéctica de la negación de la negación, en la que la realidad reproduce a su contrario para refundirse en una nueva materia, sería ciertamente aplicable al intelecto insustancial de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Ponte, el aclamado “Libertador”.
Al susodicho caballero le tocó vivir plenamente, en tiempo y espacio, el movimiento europeo de la ilustración en el siglo XVIII, cuyo ámbito político propició el desarrollo de ideas que dieron forma tanto al liberalismo como al socialismo utópico; paseó por Madrid y París, dedicándose a la lectura de clásicos e ilustrándose en diversos campos del saber universal.  Sin embargo, para alguien que tuvo tales oportunidades, resulta verdaderamente triste, lamentable y enormemente patético, que sólo haya podido asimilar algunas ideas de los precursores del liberalismo y el utilitarismo: Locke (1632-1704), Montesquieu (1689-1755), Helvetius (1715-1771); y haya sido incapaz de absorber las ideas de los precursores del socialismo utópico: Saint Simon (1760-1825), Owen (1771-1858) y Fourier (1772-1837). Pese a ello, hoy día insisten en repetir una y otra vez que el pensamiento de Bolívar es socialista, cuando él mismo afirmó: “Yo soy siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria”; por supuesto, afirma que fue su patria quien proclamó dicho sistema, cuando en realidad fue él quien lo impuso a través de su Manifiesto de Cartagena.
No obstante, Bolívar el aristócrata, fue siempre conocido como todo un ilustrado, y aún hoy día es recordado como tal. Cuando en el mismo Congreso de Angostura advertía al pueblo americano de la dominación a la que se le había sometido, bajo el engaño más que por la fuerza, sabía bien lo que decía, hacía y pretendía, convocar para sí a la masa, que como bien dijera Ortega y Gasset: “En una buena ordenación de las cosas públicas, la masa es lo que no actúa por sí misma. Tal es su misión. Ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada -hasta para dejar de ser masa o, por lo menos, aspirar a ello”.
La ignorancia del ilustrado supera los límites del socialismo utópico y se extiende hasta el anarquismo, dedicando y dirigiendo una gran cantidad de ideas en contra de la anarquía y los anarquistas. Las dimensiones de espacio-tiempo fueron favorables para situar al “verdadero Soulouque” –tal como calificó Marx a Bolívar- en la París del siglo XVIII, pero esta prodigiosa situación no le fue suficiente para aprehender los planteamientos de socialistas utópicos y mucho menos las ideas de William Godwin (1756-1836), quien es considerado uno de los más importantes precursores del pensamiento anarquista.
El desconocimiento manifiesto en Bolívar, se ratifica gracias a Coto Paúl, un miembro olvidado de la Sociedad Patriótica de 1810, cuya presencia apenas se registra en la historia de esta región ubicada a 10° 29´ de latitud norte y a 66° 55´ de longitud oeste. Como diría Rodolfo Walsh: “La historia parece propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”; esto es tan lamentable, que los historiadores han preferido dedicarse a publicitar y difundir idioteces de cómo bailaba el “canalla más cobarde, brutal y miserable” –calificativos de Marx a Bolívar, mencionados en su artículo “Bolívar y Ponte”- apartando la importancia que merece las intervenciones de Coto Paúl en la Sociedad Patriótica, como la siguiente:
"¡La anarquía!  ¡Esa es la libertad cuando para huir de la tiranía desata el cinto y desanuda la cabellera ondosa!  ¡La anarquía!  Cuando los dioses de los débiles -la desconfianza y el pavor- la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia.  ¡Señores!  ¡Que la anarquía, con la antorcha de las furias en la mano nos guíe al Congreso, para que su humo embriague a los facciosos del orden, y la sigan por las calles gritando libertad!  Para reanimar el mar muerto del Congreso estamos aquí, estamos aquí en la alta Montaña de la santa demagogia.  Cuando ésta haya destruido lo presente, y aspectos sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya labrado la guerra se alzará la libertad..."

Aparte de la participación de Coto Paúl en las discusiones de la Sociedad Patriótica, no existe otro registro  histórico de su persona; posiblemente, Bolívar por considerarlo un obstáculo en su camino al poder, lo entregó a los españoles como lo hiciera con Francisco de Miranda, o quizá ordenó que lo fusilaran tal como resolvió con Manuel Piar. He aquí que la historia, además de carecer de argumentos que la fundamenten como ciencia -ante la imposibilidad de hallar un método, modelo, ley o tendencia que supuestamente gobernarían su curso- también carece del relato de hechos ajustados a la realidad, pues son modificados en algunas ocasiones para ser magnificados, o para ser atenuados en otras. De esta deformación de la realidad, que surge de la dificultad de conocer la transparencia de un hecho y sus posibles causas, deviene el carácter especulativo de la historia.

Entre tantos vilipendios que el aristócrata caballero dirigió a la anarquía, aparte del ya conocido: “Unión, unión, o la anarquía os devorará”, se encuentra el siguiente: “Que me manden salvar la República y salvo la América toda; que me manden desterrar la anarquía y no queda ni su memoria. Cuando la Ley me autoriza no conozco imposible. No son jactancias ni presunciones vanas esta oferta de mi corazón y de mi patriotismo”. Éste es el ser prepotente, constructor de Repúblicas, y el ser omnipotente, salvador de la América; María Luisa Bernieri le respondería: “Los constructores de Repúblicas ideales querían dar la libertad al pueblo, mas la libertad dada deja de ser libertad… mientras dicen dar la libertad, formulan un detallado plan que ha de ser obedecido estrictamente”. Éste es el tirano opresor, capaz de destruir la libertad, la anarquía, y todo cuanto se encuentre a su paso que obstaculice su camino al poder. Éste es el leguleyo, que inspirado en Montesquieu, cree que el hombre es libre porque está escrito en un pedazo de papel o instrumento coercitivo llamado ley. Pero según dice el inspirado poeta de la tiranía, esa es la oferta  de su corazón y su patriotismo; Arthur Schopenhauer le respondería: “Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad”. Yo le respondería: A quién, si no es al jerarca o aspirante a jerarca, le conviene la unión homogénea de un rebaño, dócil, sumiso, de incondicional o simple obediencia. A quiénes -si no son los jerarcas de gobiernos, del capital, de las religiones y del conocimiento- les aterra escuchar anarquía, librepensamiento y pérdida del miedo a la libertad.

Una vez puesto en evidencia los elementos de ignorancia e ilustración en el pensamiento de Bolívar, retomamos la idea inicial con respecto a la ley dialéctica de unidad y lucha de contrarios, o bien, ley de negación de la negación. El objeto en estudio no es homogéneo (pensamiento de Bolívar), y está formado por partes que son opuestas entre sí (ignorancia-ilustración), las cuales constituyen una unidad de complementariedad y de lucha. De tal manera que, dada la tesis de “Bolívar el ilustrado” y la antítesis de “Bolívar el ignorante”, se obtiene que la ilustración de Bolívar tiene determinadas características de ignorancia y viceversa, cuya síntesis de unidad es aún mayor a través de los rasgos de la ignorancia voluntaria –de idiota que está seguro de estar rodeado de otros más idiotas aún- y de la ilustración déspota –el provecho del conocimiento como instrumento empleado para la dominación de otros que no lo tienen, tal como el mismo lo advirtió: “nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza”. Así defino el pensamiento de Bolívar; un pensamiento básico, elemental, déspota y arbitrario.