Soy crítico del materialismo dialéctico de Marx, con el cual sentó las bases de lo que Engels denominaría “Socialismo científico”, por considerarlo una profecía determinista-reduccionista, limitada, básica, elemental, lineal y unidimensional; pero indiscutiblemente fue meritorio articular un conjunto de ideas en una teoría que impactó, y satisfizo la necesidad de una supersticiosa ley de la sociedad basada en la lucha del “hombre masa” de las sociedades humanas en el siglo XIX. Aunque el rigor erudito que ofrece este adjetivo del socialismo es irrelevante para mí -tomando en cuenta que de la ciencia derivan dogmas de fe tanto o más peligrosos que aquellos de naturaleza política y religiosa, y en tanto que surgen de una comunidad científica con actitudes no menos vulgares que las del común, que además afectan directamente a éstos últimos-definitivamente no cabe duda que la dialéctica en sí misma, y no necesariamente la materialista, es aplicable en el análisis y estudio de un objeto simple, básico, predecible y unidimensional. Como veremos, la ley dialéctica de la negación de la negación, en la que la realidad reproduce a su contrario para refundirse en una nueva materia, sería ciertamente aplicable al intelecto insustancial de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Ponte, el aclamado “Libertador”.
Al susodicho caballero le tocó vivir plenamente, en tiempo y espacio, el movimiento europeo de la ilustración en el siglo XVIII, cuyo ámbito político propició el desarrollo de ideas que dieron forma tanto al liberalismo como al socialismo utópico; paseó por Madrid y París, dedicándose a la lectura de clásicos e ilustrándose en diversos campos del saber universal. Sin embargo, para alguien que tuvo tales oportunidades, resulta verdaderamente triste, lamentable y enormemente patético, que sólo haya podido asimilar algunas ideas de los precursores del liberalismo y el utilitarismo: Locke (1632-1704), Montesquieu (1689-1755), Helvetius (1715-1771); y haya sido incapaz de absorber las ideas de los precursores del socialismo utópico: Saint Simon (1760-1825), Owen (1771-1858) y Fourier (1772-1837). Pese a ello, hoy día insisten en repetir una y otra vez que el pensamiento de Bolívar es socialista, cuando él mismo afirmó: “Yo soy siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria”; por supuesto, afirma que fue su patria quien proclamó dicho sistema, cuando en realidad fue él quien lo impuso a través de su Manifiesto de Cartagena.
No obstante, Bolívar el aristócrata, fue siempre conocido como todo un ilustrado, y aún hoy día es recordado como tal. Cuando en el mismo Congreso de Angostura advertía al pueblo americano de la dominación a la que se le había sometido, bajo el engaño más que por la fuerza, sabía bien lo que decía, hacía y pretendía, convocar para sí a la masa, que como bien dijera Ortega y Gasset: “En una buena ordenación de las cosas públicas, la masa es lo que no actúa por sí misma. Tal es su misión. Ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada -hasta para dejar de ser masa o, por lo menos, aspirar a ello”.
La ignorancia del ilustrado supera los límites del socialismo utópico y se extiende hasta el anarquismo, dedicando y dirigiendo una gran cantidad de ideas en contra de la anarquía y los anarquistas. Las dimensiones de espacio-tiempo fueron favorables para situar al “verdadero Soulouque” –tal como calificó Marx a Bolívar- en la París del siglo XVIII, pero esta prodigiosa situación no le fue suficiente para aprehender los planteamientos de socialistas utópicos y mucho menos las ideas de William Godwin (1756-1836), quien es considerado uno de los más importantes precursores del pensamiento anarquista.
El desconocimiento manifiesto en Bolívar, se ratifica gracias a Coto Paúl, un miembro olvidado de la Sociedad Patriótica de 1810, cuya presencia apenas se registra en la historia de esta región ubicada a 10° 29´ de latitud norte y a 66° 55´ de longitud oeste. Como diría Rodolfo Walsh: “La historia parece propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”; esto es tan lamentable, que los historiadores han preferido dedicarse a publicitar y difundir idioteces de cómo bailaba el “canalla más cobarde, brutal y miserable” –calificativos de Marx a Bolívar, mencionados en su artículo “Bolívar y Ponte”- apartando la importancia que merece las intervenciones de Coto Paúl en la Sociedad Patriótica, como la siguiente:
"¡La anarquía! ¡Esa es la libertad cuando para huir de la tiranía desata el cinto y desanuda la cabellera ondosa! ¡La anarquía! Cuando los dioses de los débiles -la desconfianza y el pavor- la maldicen, yo caigo de rodillas a su presencia. ¡Señores! ¡Que la anarquía, con la antorcha de las furias en la mano nos guíe al Congreso, para que su humo embriague a los facciosos del orden, y la sigan por las calles gritando libertad! Para reanimar el mar muerto del Congreso estamos aquí, estamos aquí en la alta Montaña de la santa demagogia. Cuando ésta haya destruido lo presente, y aspectos sangrientos hayan venido por nosotros, sobre el campo que haya labrado la guerra se alzará la libertad..."
Aparte de la participación de Coto Paúl en las discusiones de la Sociedad Patriótica, no existe otro registro histórico de su persona; posiblemente, Bolívar por considerarlo un obstáculo en su camino al poder, lo entregó a los españoles como lo hiciera con Francisco de Miranda, o quizá ordenó que lo fusilaran tal como resolvió con Manuel Piar. He aquí que la historia, además de carecer de argumentos que la fundamenten como ciencia -ante la imposibilidad de hallar un método, modelo, ley o tendencia que supuestamente gobernarían su curso- también carece del relato de hechos ajustados a la realidad, pues son modificados en algunas ocasiones para ser magnificados, o para ser atenuados en otras. De esta deformación de la realidad, que surge de la dificultad de conocer la transparencia de un hecho y sus posibles causas, deviene el carácter especulativo de la historia.
Entre tantos vilipendios que el aristócrata caballero dirigió a la anarquía, aparte del ya conocido: “Unión, unión, o la anarquía os devorará”, se encuentra el siguiente: “Que me manden salvar la República y salvo la América toda; que me manden desterrar la anarquía y no queda ni su memoria. Cuando la Ley me autoriza no conozco imposible. No son jactancias ni presunciones vanas esta oferta de mi corazón y de mi patriotismo”. Éste es el ser prepotente, constructor de Repúblicas, y el ser omnipotente, salvador de la América; María Luisa Bernieri le respondería: “Los constructores de Repúblicas ideales querían dar la libertad al pueblo, mas la libertad dada deja de ser libertad… mientras dicen dar la libertad, formulan un detallado plan que ha de ser obedecido estrictamente”. Éste es el tirano opresor, capaz de destruir la libertad, la anarquía, y todo cuanto se encuentre a su paso que obstaculice su camino al poder. Éste es el leguleyo, que inspirado en Montesquieu, cree que el hombre es libre porque está escrito en un pedazo de papel o instrumento coercitivo llamado ley. Pero según dice el inspirado poeta de la tiranía, esa es la oferta de su corazón y su patriotismo; Arthur Schopenhauer le respondería: “Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad”. Yo le respondería: A quién, si no es al jerarca o aspirante a jerarca, le conviene la unión homogénea de un rebaño, dócil, sumiso, de incondicional o simple obediencia. A quiénes -si no son los jerarcas de gobiernos, del capital, de las religiones y del conocimiento- les aterra escuchar anarquía, librepensamiento y pérdida del miedo a la libertad.
Una vez puesto en evidencia los elementos de ignorancia e ilustración en el pensamiento de Bolívar, retomamos la idea inicial con respecto a la ley dialéctica de unidad y lucha de contrarios, o bien, ley de negación de la negación. El objeto en estudio no es homogéneo (pensamiento de Bolívar), y está formado por partes que son opuestas entre sí (ignorancia-ilustración), las cuales constituyen una unidad de complementariedad y de lucha. De tal manera que, dada la tesis de “Bolívar el ilustrado” y la antítesis de “Bolívar el ignorante”, se obtiene que la ilustración de Bolívar tiene determinadas características de ignorancia y viceversa, cuya síntesis de unidad es aún mayor a través de los rasgos de la ignorancia voluntaria –de idiota que está seguro de estar rodeado de otros más idiotas aún- y de la ilustración déspota –el provecho del conocimiento como instrumento empleado para la dominación de otros que no lo tienen, tal como el mismo lo advirtió: “nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza”. Así defino el pensamiento de Bolívar; un pensamiento básico, elemental, déspota y arbitrario.
Reciba un saludo,ciertamente estas lineas me han puesto a dudar de lo que se no ha hecho creer a lo largo de nuestra historia........
ResponderEliminarLe retorno el saludo agradeciendo además su comentario. Efectivamente, todo lo que sabemos es una mentira que resulta de la manipulación para dominarnos. La duda es el nacimiento de la emancipación; la investigación y el conocimiento, que deviene de la duda, es su crecimiento. Humildemente le recomiendo "La sociedad abierta y sus enemigos" y "La miseria del historicismo", ambos textos de Karl Popper. Salud y libertad!!!
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