Las
palabras constituyen un conjunto de sonidos con significados y representación grafica
definida. El uso de ellas, para denotar e interpretar la realidad refleja una
capacidad y una limitación, considerando la posibilidad de alcanzar parcial o
totalmente la comprensión de dicha realidad. Pero, de dónde procede esta
capacidad y esta limitación; de las palabras en tanto que es un instrumento, o
del sujeto que las utiliza.
Parece que las palabras son insuficientes
para designar a aquello a lo que nos referimos, o bien, que siendo suficientes,
esto es, que existiendo correspondencia entre la palabra que designa y la cosa
designada, entonces se desconozca la esencia de aquello a lo cual nos
referimos. En el primer caso se evidencia una capacidad inherente al sujeto y
una limitación por parte de la palabra; en el segundo caso ocurre una
inversión, se aprecia una limitación atribuida al sujeto y una capacidad propia
de la palabra.
Las ideas de sustantivo y adjetivo
nos muestran tan solo una forma en que se manifiesta esta dificultad en la
relación sujeto-palabra y capacidad-limitación. Definiendo “comunicación” de
una manera sencilla, es la acción de comunicar, pero si la “comunicación” en si
misma fuera comunicativa, tal vez no tendríamos que hablar de “comunicación
efectiva”.
Este
problema con frecuencia se presenta en aquellos términos con los que se
pretende expresar todo y no dicen nada, tal es el caso de la palabra
“democracia”, que hoy día por si sola no significa nada o quizá nunca ha
significado nada, razón por la que siempre la hacemos acompañar de adjetivos
como “representativa”, “participativa” o “protagónica”; a menos que se
desconozca la esencia del sustantivo, que este sea vacío y carezca de
significado, o simplemente denote una cualidad que no necesariamente esta
presente en el sustantivo, habría que atiborrarlo de adjetivos.
En
torno a la Pedagogía, es necesario el abordaje de aquellos aspectos propios de
la práctica pedagógica y sus significados, a fin de dilucidar su esencia,
significado y cualidad, y a su vez permita describir la crisis pedagógica existente.
Como punto de partida podríamos definir “Pedagogía” como una reflexión
filosófica, social, biológica y psicológica, acerca del hecho educativo;
profundizar en ella es dar respuesta a las interrogantes acerca del como,
porque y para que educar, por consiguiente, implica encontrarnos con su
significado, esencia y cualidades.
Al
emprender un recorrido por las propuestas pedagógicas de algunos autores como:
Rousseau, Simón Rodríguez, Max Stirner, León Tolstoi, Iván Illich y Carl
Rogers, o John Dewey, María Montessori, Francisco Ferrer Guardia, Alexander
Neill y Paulo Freire, encontramos que tienen muchos aspectos en común, y cuyas
diferencias quizá se deban a sus particulares ideologías sociopolíticas, pero
que en esencia asumen una postura en contra de la pedagogía tradicional y sus
rasgos característicos: formalismo, autoritarismo, memorización, automatismo y
adquisición sistemática de conocimientos basados en la validación,
certificación, reconocimiento, currículo, evaluación, competitividad, programas
y horarios, que se llevan a cabo a través de un sistema y una estructura de dominación
determinada por la obediencia, la disciplina, la sumisión, el deber, la
obligación, la imposición, la arbitrariedad, el miedo y la docilidad, que promueve
la tecnocracia y la burocracia, y favorece al pensamiento acrítico en perjuicio
del desarrollo intelectual libre y creador.
Extrañamente,
las ideas transformadoras de estos autores solo son utilizadas conocidas y
reconocidas -previa acomodación, adaptación y acondicionamiento en los
lineamientos del Estado, su sistema educativo y su pedagogía tradicional y
autoritaria predominantemente conductista- con el fin de sostener, legitimar,
perpetuar y conservar el estatus quo, a través de la creación de intelectuales
a su servicio, puesto que la consigna desde la elite estatal ha de ser: “que
todo cambie para que todo siga igual”.
Esto
solo es posible a través de la anulación completa de la autonomía sociopolítica
de una sociedad que es condescendiente ante una estructura de Estado, a la cual
han delegado y cedido todas sus responsabilidades educativas, permitiendo la
vigilancia y control tanto de nuestros propios aprendizajes como el de nuestros
hijos.
Finalizado
este rápido y efímero recorrido, retomemos aquellas interrogantes que nos
permitirán profundizar acerca del significado, esencia y cualidades de la
Pedagogía: Entonces ¿Cómo educar? ¿Por qué educar? ¿Para qué educar?
Las
respuestas a dichas preguntas son diversas, razón por la cual marcan el origen
de diferentes perspectivas pedagógicas, entre las que se encuentra la Pedagogía
Libertaria propuesta desde la ideología anarquista, que converge con muchas de
las ideas de los autores mencionados anteriormente y esta basada en una serie
de planteamientos que son coherentes con su propuesta evolutiva de
transformación social, política y económica de la sociedad, contraria al cambio
brusco o revolucionario y contrapuesto al Estado, el capital y cualquier forma
de autoridad, jerarquía y control social.
He
allí la concordancia entre la propuesta sociopolítica del anarquismo (abolición
del Estado y el capital para dar paso a una sociedad auto organizada
horizontalmente sin autoridad, en la que prevalece la cooperación, el apoyo
mutuo, la fraternidad, la solidaridad, la igualdad, autonomía y la libertad) y
su propuesta de Pedagogía Libertaria (libertad plena, creatividad, abolición de
exámenes, diplomas y menciones honorificas,
progreso natural de las capacidades, autonomía del estudiante en la
selección de contenidos, desarrollo de la personalidad y su proceso educativo
según sus experiencias, necesidades e intereses).
La
Pedagogía dice mucho acerca de la reflexión del hecho educativo y dirá nada si
desconocemos la profundidad de esta reflexión a la que nos hace invitación la
misma Pedagogía. Su esencia esta claramente definida y el que su significado
tenga valor dependerá de la capacidad del sujeto para comprenderlo.
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