El
término educación es amplio y abarca lo sistemático y asistemático, lo formal y
lo informal. Esta vastedad que le caracteriza y sus implicaciones en el
desarrollo intelectual, ético y social del individuo, da origen a la necesidad
de reflexionar acerca del hecho educativo, esto es, Filosofía de la Educación. De
las implicaciones antes mencionadas se generan preguntan cuyas respuestas se
desarrollan a través de diferentes teorías sociopolíticas, conformándose a su
vez diversas corrientes pedagógicas las cuales están provistas de un componente
ideológico, tal como lo indica Meszaros: “La dimensión ideológica abarca tanto
la formulación de los propios problemas como la elaboración de sus soluciones
concretas”.
La ideología son un conjunto de
ideas que tienen en común determinadas personas, son sostenidas tanto individualmente
como en grupo, se encuentran enmarcadas en un contexto sociopolítico específico
y por consiguiente define un sistema de valores particular. En las diferentes perspectivas
ideológicas, en este caso de la Pedagogía, algunos de estos valores pueden ser
convergentes o divergentes, pero el
hecho es que dichos valores conforman el fundamento y eje central que caracterizan
la identidad de un determinado enfoque; he allí su importancia y especial
interés.
De especial interés, ocupación, y
preocupación si es necesario, puesto que aquí se da inicio a lo que se supone
ha de ser la correspondencia entre la idea y la acción, la teoría y la praxis,
lo que se dice y lo que se hace, ocurriendo de esta manera un distanciamiento
entre la práctica educativa (Pedagogía) y los valores, que más allá de reflejar
una crisis de valores, denota una crisis ideológica, tomando en cuenta que
aquéllos se encuentran contenidos en éstas, y éstas a su vez se encuentran
contenidos en el marco de una teoría sociopolítica específica.
Fukuyama expone en su libro “El fin
de la Historia y el último hombre”, su tesis acerca del fin de las ideologías y
el desenlace histórico de un mundo final basado en la democracia liberal,
gobierno representativo, derechos jurídicos, división de poderes y el
capitalismo como expresión única de economía política, en fin, el Estado Social
Democrático de Derecho. Esta tesis, aunque niega la voluntad transformadora del
hombre y reduce dicha capacidad de transformación al belicismo, interpreta y
describe a su vez la realidad sociopolítica dominante que condiciona a otras concepciones
ideológicas, sus valores y por ende a las diferentes prácticas educativas.
Las ideologías suponen una fuerza y
un impulso vital puestas de manifiesto a través de formas de representación
social caracterizadas por la convicción y el compromiso, pero parecieran estar
en proceso de extinción. Si hay algo en común entre cristianos, socialistas,
socialdemócratas, comunistas, anarquistas y pare usted de contar de cuanta
etiqueta inerte y paralitica que existe, no son precisamente aquellos valores
que pudieran serles son comunes, sino la falta de concordancia entre sus
acciones y lo que según dicen constituyen sus convicciones, dícese valores, que
incluso son desfigurados en sus contrarios.
Por un lado Jesús tumba las mesas de
comercio y expulsa los mercaderes del templo de Jerusalén, y por otro los
cristianos en todas sus versiones hacen negocios y se enriquecen ilícitamente
dentro y fuera de sus iglesias a expensas de su religión, convirtiéndose en los
principales promotores de la desigualdad económica; por un lado los socialistas
vociferan igualdad, y por otro erigen jerarquizaciones con élites privilegiadas
situadas en la cúspide; por un lado los anarquistas exponen y proponen un orden
sin autoridad, y por otro terminan consintiendo gobierno y a la estructura
estatal.
Es evidente que aquellos que dicen
ser portadores de ideologías no necesariamente están conscientes de la carga
que ello implica. Estos portadores conscientes son una minoría, lo mismo que los
portadores de expresiones tiránicas, despóticas y autoritarias; se conforman dos
tensiones minoritarias y entre ellas se encuentra la numerosa masa maleable o el
siempre dependiente rebaño en espera de alguien a quien seguir, pues al carecer
de voluntad propia nada hace por sí misma y es susceptible de adoptar
dócilmente la forma del molde que convenga según la situación.
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