Zaratustra se marchó a la montaña; esperando gozar de su soledad se encontró con Caín, Prometeo y Sísifo; obviamente,no salió nada "bueno" para los "buenos": Bajó de la montaña
el Zaratustra anarquista y rebelde.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Bolívar y la Anarquía. Trastorno de pánico de un autoritario (Parte I)

Si la anarquía es orden sin autoridad, y no aquel sentido erróneo que se ha formado a base de infamias, que considerando a la autoridad como una condición necesaria y deseable, es asociada al desorden debido a la ausencia o falta de ésta, sino en el correcto sentido de prescindir de la autoridad para alcanzar un mundo mejor, puesto que más de tres mil años de barbarie monárquica y estatal evidencian un sinfín de experiencias de pugna por el poder, que resulta en una minoría privilegiada ajena a la miseria, el hambre y la pobreza que padecen todos los pueblos del mundo, no quedando duda alguna, de que quienes justifican la autoridad viven su propia utopía autoritaria. Si la anarquía es orden sin autoridad y un anarquista es “cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella”, o bien, aquel a quien “le compete la especial misión de ser custodio celoso de la libertad, contra los aspirantes al poder y contra la posible tiranía de las mayorías”, y dondequiera que haya un autoritario habrá un anarquista o un libertario, entonces esto explica como un autoritario sufre de trastorno de pánico cuando en sus oídos resuena la prodigiosa anarquía, reaccionan con resentimiento, afirmando que los anarquistas son ilusos, soñadores y utópicos, pero señores, estamos a la par, es su utopía autoritaria frente a nuestra utopía libertaria, y el sentimiento intuitivo, analítico, empírico, racional, informal y formal, de la libertad, la justicia y la igualdad, de anarquistas y libertarios, es más fuerte y prevalecerá ante su codicia, mentiras y engaños. No necesitamos a la autoridad, es desperdicio, la desechamos por inútil, parásita, delincuente, por criminal y mafiosa. Que existan anarquistas y libertarios, les produce angustia y desesperación, les carcome la existencia, perturba su amor y apego al poder y al gobierno.

Me referiré al caso de trastorno de pánico “anarquía”, de un autoritario con tradición histórica en esta localidad: Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar de la Concepción y Ponte Palacios y Blanco. Para ello, he recopilado algunos de sus documentos, en los que desvirtúa y deforma la anarquía, e intentaré encontrar una respuesta al repudio exacerbado que por ella sentía, un sentimiento totalmente contrario al expresado por Coto Paúl en una de las sesiones realizadas por la Sociedad Patriótica, creada luego de los sucesos del 19 de Abril de 1810, y dio inicio a la efímera Primera República.

Efectivamente, el 4 de Mayo de 1812, el entonces Teniente Coronel Bolívar, una vez que recibió la plaza de Puerto Cabello tras un ofrecimiento de Miranda, el 6 de Junio de ese mismo año -en condiciones extrañas, incomprensibles, ocultas o simplemente no visibles para la historia y sus narradores- unos prisioneros de guerra españoles desarmados, sometieron a la guardia y se apoderaron del lugar, mientras el “Napoleón de las retiradas” huía sin previo aviso hacia San Mateo. Ante esta pérdida, el General Francisco de Miranda se vio forzado a suscribir la capitulación el 26 de Julio de 1812, y cuatro días después, encontrándose en La Guaira, el Señor Bolívar previó encontrarse en ese mismo lugar con Domingo Monteverde, para entregarlo so pretexto de traición. El aristócrata caraqueño, por consentimiento del líder del ejército español, se dirige a Curazao y de allí a Cartagena donde escribe el Manifiesto de Cartagena.    

Con este documento -“Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño” mejor conocida como “Manifiesto de Cartagena”- doy inicio a este recorrido de colección, por considerarse el primer escrito del ilustrado déspota, en donde explica lo que según él, son las causas de la pérdida de la Primera República. En las primeras líneas del mencionado escrito, expone lo siguiente:

“Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.

Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados.”

En estas líneas se aprecia una combinación de arrogancia –insinuando elogios para sí mismo- con una degradante actitud de súplica y víctima de sus enemigos, que resulta en una vil, acostumbrada y petulante sumisión. Además, se aprecia una evidente y manifiesta convicción por las ideas liberales, que son complementadas con algunas ideas utilitaristas, de las que ya he hablado en anteriores ocasiones, y que otros, hoy día insisten en llamar ideas socialistas. Posiblemente los socialistas petroleros del siglo XXI, no puedan discernir entre las ideas desarrolladas por John Locke en su “Tratado de gobierno civil”, y las ideas de Robert Owen plasmadas en “Nueva visión de sociedad”, o bien, con las de William Godwin en “Disquisición sobre la justicia política y su influencia en la virtud y felicidad de la gente”; como quizá, tampoco puedan distinguir entre jacobinos y socialistas utópicos, entre un Robespierre y un Babeuf.

Ante esta dificultad de discernimiento por parte de los socialistas petroleros del siglo XXI, es ineludible destacar, que el advenimiento de los estados-naciones es impulsado, a mediados del siglo XVII, hasta alcanzar su apogeo durante el transcurrir del siglo XVIII, por el devenir de la revolución francesa y la revolución industrial, ambas de carácter liberal y burgués, acompañadas de rebeliones y revueltas de la misma naturaleza, surgiendo así, su novedoso producto de dominación, control y poder político (la estructura nacional estatal, de origen liberal y burgués, permítaseme insistir en esto), que tanto gusto y atracción ha generado en los genios socialistas científicos -esto es, Marx, Engels y los marxistas, incluyendo tanto aquellos del catecismo original, como aquellos marxistas reformistas aparentemente evolucionados, que no vale la pena mencionar- y cuya justificación teórico-práctica, bajo la forma de República, derivó de la “necesidad de proteger” a los individuos, aunada al inserto y emergente vínculo nacionalista, el desarrollo industrial y el mercado capitalista del nuevo cerco de parcela de poder, dotándose de mecanismos basados en el derecho coercitivo, la constitución y las leyes, el engaño de la democracia y el derecho al voto, que le aseguran la sostenibilidad y perpetuidad del sistema, que hoy día, tanto socialistas como liberales, han convenido en denominar legitimidad y soberanía del Estado Social Democrático de Derecho.

Esta región conocida etimológicamente como pequeña Venecia o Venezuela, conocida en la actualidad política como República Bolivariana de Venezuela, e históricamente alguna vez conocida como Capitanía General de Venezuela, no pudo escapar, y como resulta obvio, no fue la excepción, del expansionismo de las ideas y pretensiones liberales-burguesas, a través de su estrategia práctica de fundar Repúblicas estados-naciones; muchos contribuyeron e hicieron aportes, vitales o mortales, de gran importancia o poca relevancia histórica, para la creación de esta República en Venezuela, pero quien es considerado el padre de la madre patria Venezuela y su “Libertador”, es el liberal, utilitarista y militarista, erróneamente llamado socialista: Bolívar y Ponte.

Luego de esta extendida, pero como ya dije, inevitable acotación, retomo la idea del señor Bolívar en su Manifiesto de Cartagena, en la que destaca a la anarquía como una de las causas de la caída de la Primera República. Como buen autoritario, la mayor preocupación de nuestro héroe estaba centrada en su firme disposición, a no incurrir en lo que es considerado el craso error de un maquiavélico príncipe, esto es, la debilidad de gobierno que lo conduzca a la pérdida de la emanación vitalizante de su poder, precaución que cuidadosamente tomó, dada la experiencia reciente del gobierno que presidiera Francisco de Miranda, quien luego de recibir el nombramiento del congreso, con poderes dictatoriales, el mismo Bolívar participó para darle fin; he aquí una de las manifestaciones de libertad, justicia e igualdad: si el congreso nombra y aprueba, el pueblo es soberano y el gobierno es legítimo. Sin embargo, el gobierno de Venezuela había adoptado la forma federal, que aunque no era precisamente la forma de asociación política federalista propuesta por anarquistas, caracterizadas por la libre asociación y por una condición libertaria determinante, basada en la autonomía y la autogestión, aún así tendría ciertamente, algunos rasgos en común, suficientes para no ser bien visto por nuestro arbitrario personaje, a quien le irritaba, y por consiguiente negaba, el derecho del hombre a regirse por sí mismo; para ello, y con una gran ambición de poder, proponía la unión centralizada de todas las provincias, la forma ideal, deseable, transitoria, y por siempre bien justificada, por todo espécimen autoritario.

“Cada provincia se gobernaba independientemente; y a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquéllas, y la teoría de que todos los hombres y todos los pueblos gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo el gobierno que les acomode.”

Bolívar, luego de apoyar varias expediciones en Cartagena, Santa Marta y Pamplona, se dirige a Bogotá, en donde es ascendido a General y recibe ayuda por parte del Congreso de Nueva Granada, para dar inicio el 14 de mayo de 1813, a la campaña que luego se conocería como “Campaña Admirable”, con el fin de recuperar las provincias de Venezuela que se encontraban en manos del ejército realista español, luego de la capitulación de Miranda el 26 de julio de 1812. El 23 de mayo de 1813 llega a Mérida, donde es aclamado como Libertador; el 14 de junio de ese mismo año llega a Trujillo, en donde dicta su criminal, sangrienta, divina y omnipotente proclama de guerra a muerte, en la que establece los criterios de vida y salvación de propios y extraños. Los patriotas -guiados por José Félix Ribas, Atanasio Girardot, Antonio Ricaurte y Rafael Urdaneta- en su andar, hasta la final ocupación de Caracas el 7 de agosto de 1813, obtuvieron las victorias de Niquitao, Los Horcones, Taguanes y Los Pegones, que les permitió ocupar las provincias occidentales de Venezuela, situación que condujo a la proclamación de Bolívar como dictador y libertador transitorio de dichas provincias, ejerciendo de esta manera el mando supremo y absoluto de las mismas; de igual manera ocurrió con Santiago Mariño en las provincias de oriente (Cumaná y Barcelona), recibiendo el título de dictador de las provincias orientales.

En los últimos meses de 1813, el militar y caudillo español José Tomás Boves aparece en el escenario de la Segunda República; Bolívar preocupado por fortalecer su poder ante los estragos causados por el “Azote de Dios” –denominación que le hiciera el mismo Bolívar a Boves- pronuncia en Caracas, el 2 de enero de 1814, un discurso a fin de dar cuenta de sus acciones como jefe militar y jefe de Estado, en el que denota un notable y virtuoso esfuerzo por justificar la imperativa bondad que lo sumía en la desesperada decisión de admitir y conservar el título de dictador que se le confirió, y que tanto desprecio le causaba por su naturaleza tiránica. Es el caballero de la “espada libertaria”, el mismo que odia a la tiranía y a la opresión, el mismo que alega la necesidad de una dictadura como medio para agraciar al pueblo con un estado y un gobierno que lo dirija. Consideraba a la anarquía como el mayor peligro para su recién conformada Segunda República, y salvarla de esta amenaza al acecho –tomando en cuenta que la noble clase de gobernantes jamás manifiestan expresamente sus autoritarias intenciones, y hacen todo cuanto sea posible para no evidenciarlas- implicaba, siendo el engaño un rasgo natural característico del poder, realizar esfuerzos para redimir, refrescar, renovar, reformar y rescatar, a través del discurso, la imagen del poder, contando para ello con algunos adjetivos útiles y frecuentes, tales como “popular”, “legítimo” y “soberano”, acompañado de la idea aberrante de leyes liberadoras, que por medio de la manipulación, la demagogia y el populismo, sólo fortalecen y perpetúan los privilegios de una minoría en perjuicio de una mayoría, consolidando su supremacía a través del constitucionalismo, la falsa necesidad de un gobierno, y su único legado, las leyes con las que nos mantienen encadenados.

“Os he dado leyes; os he organizado una administración de justicia y de rentas; en fin os he dado un Gobierno.”

            Ésta es la libertad promovida por liberales europeos de los siglos XVIII y XIX, que influyó en los liberales aristócratas de la gesta emancipadora latinoamericana del siglo XIX, y a la que hoy rinden tributo y honor los socialistas petroleros del siglo XXI; una libertad basada en el mito de aquél siglo XIX, de que nuestros pueblos se hacen libres formando estados-naciones y Repúblicas. Según ellos y según la razón histórica aún vigente hoy día, nos obsequiaron la libertad, y por tanto, a ellos debemos eterna rendición de culto y honor, cuando simplemente cambiaron unas cadenas por otras, otras cadenas que ellos controlaron y que actualmente continúa controlando una minoría de la clase política gobernante de turno. Muy apasionados por su poder sobre otros, y jactanciosos de felicidad, éxitos y logros, se maravillan y vanaglorian por habernos sentenciado a las cadenas de las leyes y el gobierno.  

“Los constructores de repúblicas ideales querían dar la libertad al pueblo, más la libertad dada deja de ser libertad”, María Luisa Bernieri.

El 15 junio de 1814, los ejércitos patriotas de las provincias de occidente y oriente, conducidos por Simón Bolívar y Santiago Mariño respectivamente, a pesar de unir esfuerzos para enfrentar las huestes de Boves, fueron derrotados en la segunda batalla de La Puerta, que da fin a la Segunda República de Venezuela. El ejército patriota fue exterminado, y una vez más, Mariño y el “Napoleón de las retiradas”, logran huir incluso antes de que se diera fin a la batalla. En el afán de repetir los resultados de la Campaña Admirable, Bolívar zarpó en dirección a Cartagena y se involucró, entre otros hechos, en una conspiración para derrocar el gobierno de Cartagena, mientras que en Venezuela, José Félix Ribas, Antonio Ricaurte y Atanasio Girardot, todos líderes de aquella campaña, perdían sus vidas en pleno conflicto. 

Al ser definitivamente rechazado, se dirige a Jamaica. En Kingston, el 6 de septiembre de 1815, nuestro héroe, análogamente al Manifiesto de Cartagena, escribe la Carta de Jamaica, en la que expone las causas que provocó la caída de la Segunda República y la justificación de una más de sus huídas. Menciona a la anarquía como una amenaza para sus aspiraciones de poder, infiriendo que su anulación sólo es posible a través de las cadenas de un gobierno “legítimo”, “justo” y “liberal”, es decir, aunque los socialistas petroleros del siglo XXI se afanen en decir lo contrario, lo del ilustrado déspota no es más que una concepción contextualizada en el sistema liberal que justifica el gobierno y la opresión, si la conservación o aspiración al poder lo amerita; de hecho, nada diferente a su concepción de engañoso socialismo que ciertamente está más cercano al liberalismo y utilitarismo de Bolívar, salvo algunos rasgos propios del autoritarismo populista, demagógico y manipulador, sostenidos por los ingresos de la explotación petrolera.  Para nuestro idolatrado héroe, tal es su condición autoritaria, demagógica es la anarquía, simplemente por enseñarnos que no necesitamos dioses, gobernantes, mesías, ídolos, ni ninguna otra representación basada en el principio de autoridad, y por consiguiente, enseñarnos que un mundo mejor es posible a través de la libre y voluntaria asociación de los individuos, basada en la igualdad, un mundo sin diferencias, sin jerarquías, basado en la libertad, la justicia, la solidaridad, la fraternidad y el apoyo mutuo.  

1 comentario:

  1. muy cierta, vista desde el punto de vista anarquico. hubo una revolucion individual de la misma estructura gobernante, ahora un poco mas diluida.

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