En lo absoluto, no existe nada de
inédito, sólo la continuidad infinita de un ciclo de nunca acabar. Nuevas
formas de tiranía dan paso a nuevas formas de rebeldía, hasta que la
desgraciada humanidad, que tanto daño oculta en el engaño de una ilusión, que
tanto sacrificio ha demandado para alcanzar su destructora y fracasada idea de
evolución y progreso, adquiera conciencia de sí misma, uno a uno cada uno.
Me considero un anarquista con
aspiración de comunismo anarquista y con corazón de anarquismo individualista. Es
mi convicción, con la que coinciden
muchos compañeros y divergen otros muchos más, que en comunismo anarquista es
posible el pleno desarrollo de cada uno por igual y a su vez, la garantía de nuestra
anhelada libertad, que no se anuncia ni se decreta en la ficción de un papel constitucional. Un desarrollo individual y una
libertad que nos facultará de una continua prudencia que comienza en cada uno, y
que nos mantendrá siempre alerta ante el también continuo resurgir de lo
estático, lo estatuido, el estatismo y la institucionalización; una precaución, que ante la amenaza de lo
estático, lo estatuido, el estatismo y la institucionalización, no se delega en
ningún organismo corrupto y corruptor, sino que es ejercido por cada uno y no
todos mientras no se incluya a cada uno.
Mi postura de rechazo frente al capital,
las fronteras, los estados-naciones, las patrias, los gobiernos, la
explotación, el maltrato animal, como fuentes de la discordia humana, concuerdan
con muchas ideas del anarquismo, después de todo creo que el anarquismo también
es un sentimiento que se basa en las experiencias de injusticias, desigualdad y
tiranía vividas, pero tan marcadas coincidencias no me hacen necesariamente
anarquista. Estas ideas y estos anhelos no son exclusivos del anarquismo, y la
diversidad humana, el mismo anarquismo y menos aún mi propia existencia, la
someteré a tal reduccionismo mental que conlleva a la intolerancia y al juicio.
Ningún concepto me agota y menos aún cuando de forma gratuita gano el repudio
de los también considerados anarquistas como yo. Si recibo el desprecio y el
juicio de los considerados anarquistas, tal vez sea porque yo no lo soy, y qué
importancia tiene este hecho insignificante, si mi causa responde a mis
circunstancias y mis circunstancias son únicas, conocidas y comprendidas
únicamente por mí, que las he vivido, las vivo y las viviré. Si en la abstracción del anarquismo y sus
expresiones autoritarias, despóticas, conservadoras, reformistas y socialdemócrata,
no hay respuesta ni consideración a esto, pues esto que se conoce como
anarquismo me ha quedado pequeño, y en realidad me importan poco las etiquetas,
impuestas o asumidas, aceptadas o rechazadas, que niegan mi realidad, mis
causas y mis circunstancias.
Sin embargo, indefectiblemente no dejo
de simpatizar con el anarquismo y menos aún con este mensaje de Errico
Malatesta, siempre oportuno para todos los anarquistas sin distinción de
contexto geográfico o histórico: “"Hay anarquistas que prevén y preconizan
otras soluciones, otras formas futuras de organización social; sin embargo,
ellos quieren, como nosotros, destruir el poder político y la propiedad
individual: quieren, como nosotros, que la organización de las funciones
sociales se haga espontáneamente, sin delegación de poder y sin gobiernos; como
nosotros, quieren combatir a todo trance y sin tregua hasta la completa
victoria; ellos son compañeros y hermanos nuestros. Aparte, pues, todo
exclusivismo de escuela; entendámonos más bien sobre el camino y sobre los
medios, y adelante."
El único respeto que espero y merezco es
el mío propio y mis circunstancias me hacen responsable sólo ante mí. Están
demás los reyes, los jueces y las leyes bajo las cuales instalan sus juzgados,
pues lo poco civilizado que soy me ha convertido en el estiércol que defeca la
civilización, y es natural que los de naturaleza artificial aborrezcan la
mierda y sus olores.
Pero
cuando mierda y sus olores se trata, me he
percatado de la capacidad que tengo de imitar a ciertas especies humanas de
animales, escribo y hablo bonito acerca de pendejadas ajenas a la vida real...
y cuales son estas especies? los poetas, intelectuales y científicos. Habría
que ser humano demasiado humano para dejar de leer y escribir, o al menos para
reconocer cuando se está escribiendo o leyendo porquería.
En esta instancia se juntan Thomas Kuhn con Ortega y Gasset,
cuando la misma comunidad científica se muestra como una masa amorfa con
hombres-masa en defensa de su credo o paradigma a punto de ser vencido, porque
para ser masa no se necesita reclamar derecho de vulgaridad, también se puede
ser masa siendo sofisticadamente, refinadamente y exquisitamente intelectual,
científico o cualquier otra especie que se les parezca, por lo que las minorías
excelentes y las mayorías que no lo son, es una simple cuestión de apariencia,
es una ilusión propia de la miseria humana, pues tienen más en común que las formas
que los diferencia: unos creen que con lo que saben es suficiente, los otros
han aprendido a utilizar el discurso de la sencillez y la humildad para
expresar que no saben nada, aunque ciertamente en realidad saben un poco más
que aquellos, y en esa humildad ocultar su macabro interés; he allí porque son
minorías excelentes, porque es otro nivel de masa, la masa minoritaria que
desea dominar a la masa mayoritaria, y no hay hombre-masa de la segunda
categoría que no pretenda ser parte de la exclusividad minoritaria para
controlar a las mayorías.
Las palabras y el lenguaje se tornan insustanciales,
instrumentos de una falsa estética que niega lo real y oculta lo esencial,
empleadas para hablar de lo que se desconoce y no se siente; hablar del hambre
sin conocer el hambre y así lo mismo con la miseria, la injusticia y el amor.
Intelectuales, poetas, artistas y científicos, se convierten en la masa
minoritaria administradora del pensamiento de la masa mayoritaria; no aspiran
el librepensamiento, pretenden el sometimiento, la
obediencia, la resignación y aceptación de un mundo que huele a mierda, o mejor
dicho, para los susceptibles de "oído", un mundo pestilente con hedor
a estiércol, para que no sientan repulsión o ansias de regurgitar. Sus palabras
son el barniz con el que recubren lo vacío.
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