El elemento característico de la utopía es ser irrealizable en el momento en que se concibe, lo cual no quiere decir que no sea posible o imposible de realizarse; la utopía puede ser posible o imposible, considerando que ambos son extremos que denotan un menor o mayor grado de dificultad para su realización, que no la hace necesaria y suficientemente realizable, pero tampoco la hace necesaria y suficientemente irrealizable. No tiene sentido exponer el caso de la utopía irrealizable, no sólo porque es la idea comúnmente aceptada -con o sin argumentos, curiosamente por aquellos que desconociendo ser utopistas autoritarios, confían plenamente en que un mundo mejor es posible, gracias a la grandeza de los estados-naciones o repúblicas, poseedores de un gran poder sugestivo, intimidante y sobornador sobre la masa- sino también porque deseo resaltar el valor de la utopía no autoritaria, y que definitivamente no hay motivos para pensar que dicha utopía no pueda realizarse, a menos que no haya voluntad para ello.
Efectivamente, esta voluntad tan deseada, que aún no se manifiesta y permanece ausente, es la razón por la que se ha obstaculizado y dificultado la utopía del ideal libertario, de tal modo, que el momento de su realización se ha extendido, postergado y prolongado en el tiempo. Los sujetos responsables son aquellos quienes ambicionan el poder y la masa en sumisión, autómata y servil; una sumisión de ignorancia convenientemente inducida, o bien, voluntariamente aceptada. Se ha impuesto una burlesca sociedad libre regulada, controlada, dominada, reglamentada y sometida por una autoridad; se ha impuesto una ridícula sociedad igualitaria basada en una propiedad privada que engendra desigualdad, influencia corruptora, privilegiada y mafiosa. El impacto de esta imposición histórica es tal, que ciertamente han logrando convencer a los autómatas serviles, de que una sociedad diferente a esta que nos han presentado es imposible, aduciendo, por y para ello, la falsa necesidad de un orden basado en la autoridad, que en sí misma está basada en la opresión. He allí la cuestión; quienes detentan o aspiran al poder intentarán por todos los medios mantener las estructuras de autoridad para hacerse de ellas, y a cambio, ofrecer a la masa el engaño de una sociedad cobijada y protegida bajo su manto, alegando que sin ellos, me refiero al poder y a la autoridad, es imposible una sociedad.
Nuestra tierra es tierra de utopía libertaria, más hermosa que cualquier idea paradisíaca soñada por cualquier mortal ambicioso de inmortalidad o de otra vida después de la muerte, que explota, destruye y consume desmedidamente nuestra amada tierra, que no es aquella tierra cercada en naciones -custodiada por patriotas guerreros y terroristas dotados de cañones destructores de toda forma de vida, que además han sido extraídos de ella y convertidos en un producto empleado contra ella misma- sino la tierra de todos, una tierra sin fronteras, una tierra sin propietarios. La semilla de la utopía libertaria germina y crece continuamente de manera espontánea en cada rincón de nuestra tierra, muchos han querido devastarla, hacen uso de ella con fines pérfidos y crueles de manipulación; en incontables ocasiones han logrado desaparecerla, pero ella resurge cual ave fénix.
Cada detalle por pequeño que parezca, cada instante por muy corto que sea, ha de ser una oportunidad manifiesta de acción para mostrar y demostrar que la utopía libertaria es posible. Aunque no deseada por unos pocos que viven a expensas de la siembra de una falsa esperanza en los demás, inculcando la moral burguesa de la comodidad y el lujo en detrimento y perjuicio de otros muchos a través de quienes se perpetúa la pobreza y la miseria, la utopía libertaria siempre estará allí presente en procura y lucha por el anhelo de un mundo mejor para todos.
Un mundo mejor para todos, en el que los niños estén libres incluso de las cadenas dogmáticas y prejuicios de los padres; en el que todo ser humano tenga derecho a su pan; un mundo mejor para todos, sin propiedad, pues de ella devienen los privilegios, la mafia y la corrupción; sin la explotación del trabajo para la acumulación de riquezas, producción en masa, en serie, y diversificación de productos cada vez más alienantes que inciden en una sociedad cada vez más consumista; sin servidumbre asalariada; sin caridad y consuelo, pues en ellas se perpetúan el hambre y la miseria; un mundo mejor para todos, en el que la paz no se base en cañones que amenazan para sembrar el temor, la mansedumbre y la sumisión de unos sobre otros.
La utopía es sólo cuestión de tiempo para despertar voluntades y conciencias.
¡¡¡Salud y anarquía!!!
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