Las
nociones de espacio y tiempo no son exclusivas de las matemáticas, la física o
de toda aquella ciencia que se ha dado por denominar ciencias naturales o
ciencias exactas, sino que también son nociones presentes en las ciencias
Sociales. No se trata de que las Ciencias Sociales adopte el método de las
ciencias naturales, como se pretende desde el positivismo, se trata de que
siendo las nociones de tiempo y espacio, ideas comunes presentes en todas las
áreas de conocimiento, en las Ciencias sociales, dichas nociones poseen
dimensiones propias.
Un punto referencial al respecto, lo
representa la idea del geógrafo anarquista Eliseo Reclus al expresar que “la
geografía es la historia en el espacio, lo mismo que la historia es la
geografía en el tiempo”. En Ciencias Sociales, las diferentes concepciones
epistémicas, políticas e ideológicas que surgen en torno al tiempo y el
espacio, son las que le dan un rasgo característico de multidimensionalidad.
Aunado a esto, en lo que concierne
particularmente a la historia, se ha puesto en entredicho las respuestas que
como ciencia, intenta dar en relación a su objeto de estudio: el tiempo, que no
es necesariamente y mucho menos exclusivamente el tiempo pasado. Por supuesto,
los efectos de esta sospecha hacia la historia, alcanza al sujeto que se dedica
a su estudio y el rol que desempeña en dicho quehacer. En concreto me refiero a
tres asuntos, el primero de ellos a la fiabilidad de la historia; en segundo
lugar, el reduccionismo de la historia como estudio del tiempo pasado; y en
tercer lugar, el rol del historiador.
Napoleón Bonaparte aseguró que “la
historia es una serie de mentiras acordadas”; León Tolstoi expresó que “la
historia se asemeja a un sordo que contesta preguntas que nadie hace”; por su
parte Winston Churchill manifestó que “la historia la escriben los vencedores;
por otro lado Sartre dijo que “incluso el pasado puede modificarse, los
historiadores no paran de demostrarlo”; Camus afirmó que “uno no puede ponerse
del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen”;
y Eduardo Mignona expone que “si la historia la escriben los que ganan, eso
quiere decir que hay otra historia, la verdadera”; mientras que Castro espera
ser absuelto ante el evidentemente poco confiable juez de la historia. Acaso
podría saberse culpable y apelar en última instancia a un juez corrupto,
extorsionable y manipulador.
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