Zaratustra se marchó a la montaña; esperando gozar de su soledad se encontró con Caín, Prometeo y Sísifo; obviamente,no salió nada "bueno" para los "buenos": Bajó de la montaña
el Zaratustra anarquista y rebelde.

lunes, 24 de febrero de 2014

Breve relato de la vida de un anarquista (parte II)

Una vez egresado del bachillerato conseguí mi primer trabajo en una contratista de telecomunicaciones, allí fui testigo del carácter burocrático de las comunicaciones al identificar que existía una pirámide jerárquica cuya cumbre era ocupada por las operadoras de telefonía, en un segundo plano los fabricantes de equipos, en el tercer escalón las grandes contratistas, en el cuarto escalón pequeñas contratistas, y finalmente en el último escalón los subcontratados. Tal vez no se tenga la mínima idea de los cuantiosos ingresos que percibe el sector de comunicaciones, peor aún, un alto porcentaje de dichos ingresos quedan en la cumbre piramidal de los tres primeros escalones, esto es, operadoras, fabricantes y grandes contratistas; a medida que se desciende en la pirámide, descienden los ingresos, hasta llegar al último escalón, donde realmente se ejecuta el trabajo y además ocurre el descenso de ingresos más abrupto. Justo en este escalón me encontraba yo.
            Luego fui a dar en una empresa de seguridad electrónica dedicada a la instalación de sistemas de video vigilancia, control de acceso, sistemas de alarma y prestación de servicios de mantenimiento de los mencionados sistemas. Al tiempo supe que esta empresa pertenece a un Coronel del Ejército poderosamente influyente que trabaja en el área de inteligencia de la Fuerza Armada, y dicho sea de paso, posee otras empresas que ha posicionado dentro de la misma Fuerza Armada. Ratifiqué que estaba en presencia de la más auténtica mafia organizada, pues todos los militares de alto rango hacen exactamente lo mismo; ratifiqué que la cumbre militarista es la más auténtica expresión liberal, capitalista y burguesa de este socialismo del siglo XXI, a quién el pueblo ingenuamente le confía su seguridad y defensa, sin advertir que la única seguridad que les preocupa es la de sus propios intereses. Noté que esta realidad militarista se traspola a las élites de la política representativa, que viven de la ingenuidad de aquellos quienes aún creen en la necesidad de ser representados; noté que esto que llaman unión cívico-militar, no es más que una idea renovada de la mafia organizada de las élites militaristas  y las élites politiqueras.
            Hace algunos años, mi hermana menor me ayudó económicamente en la compra de un vehículo, y debido a estas reveladoras y poco agradables experiencias de trabajo, opté por trabajar como taxista, considerando que de esta manera evito en lo posible ser víctima o cómplice de este sistema corrupto y explotador, procurando además ofrecer un servicio de transporte económico para la comunidad pese a que aún así vivo y sobrevivo bajo las condiciones que impone el capital.
            A mis 23 años de edad, luego de haber caído en mis manos un libro de filosofía, me convertí en un asiduo lector de libros de la ciencia del amor al saber, principalmente de Ortega y Gasset, Schopenhauer, Sartre, Cioran, Camus y muy especialmente de Nietzsche. Confronté cuanta idea tenía concebida acerca de la moral, la ética, la religión y los dioses, excepto aquellas relacionadas con la política y la economía, puesto que por alguna razón me producían más asco que las anteriores; aunque leí fragmentos interesantes tales como “El mayor peligro el Estado” en “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset, o bien, “El nuevo ídolo” en “Así hablaba Zaratustra” de Nietzsche, me parecieron meras ideas contemplativas que describían la triste realidad de una especie humana sometida al régimen estatal, y la triste realidad de mi propia existencia, puesto que para entonces desvelé la deprimente farsa de una sociedad corrupta, que aparenta ser lo que no es y se oculta bajo los mantos moralistas del cristianismo y el socialismo.
En cuanto a la moral, la ética, la religión y los dioses, destroné todo precepto de la educación moral cristiana, católica, apostólica y romana que recibí de mis padres, al dar muerte a Dios en un acto reflexivo y premeditado de frialdad desmesurada, movido por una auténtica causa de emancipación. Es cierto que este personaje no es ni santo ni poderoso, tan cierto como que yo estoy lejos de ser el mejor de todos los asesinos de Dios, lo cual hace que mi crimen aparentemente sea un hecho irrelevante, considerando que otros criminales se me adelantaron y que a pesar de que el número de asesinos va en aumento, aún este personaje de ficción goza de la veneración e idolatría de un enorme rebaño que se somete a la tamaña mentira de los pastores representantes en la tierra del susodicho omnipotente.

Sin embargo, aunque en apariencia es irrelevante, no hay duda de que el primer paso en el camino hacia la libertad es el magnicidio imaginario de un personaje imaginario, tomando en cuenta que para que sea posible la tan hablada, comentada, mencionada y anhelada libertad, es necesario que también sean posibles otros elementos que están directamente relacionados con ella: voluntad, autodeterminación, autonomía y espontaneidad, y la dependencia de los seres frente a un origen único, la cual siempre termina identificándose con Dios, es contraria a todas ellas y a la libertad misma.

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