Zaratustra se marchó a la montaña; esperando gozar de su soledad se encontró con Caín, Prometeo y Sísifo; obviamente,no salió nada "bueno" para los "buenos": Bajó de la montaña
el Zaratustra anarquista y rebelde.

jueves, 5 de junio de 2014

Disciplina de la indisciplina o indisciplina disciplinada

             María Susana Paponi, considera a través de la “Indisciplina, saludable juicio” tomado de su texto “Pensar el Presente. Travesía y ensayo sobre Filosofía y Cultura”, que la protesta y el cuestionamiento del niño y del adolescente en rechazo de lo establecido, son manifestaciones saludables de indisciplina, puesto que permiten construir el camino “para aprender a escucharse a través de los otros”.
Ciertamente, si la disciplina es la fuerza de obligación orientada a subyugar a los seres colectivos a un orden externo que los constituye, no podríamos hacer otra cosa que oponernos a tal orden externo, lo cual sería lo contrario a aquella, es decir, indisciplina, y aplica no sólo al contexto del niño y el adolescente en su confrontación al disciplinado, autoritario y tradicional sistema educativo, sino también al adulto, que de la misma manera presupondría su propia causa de indisciplina pero en otro entorno.
Los adultos, sea como padres, o bien, como docentes, coinciden indirectamente en el contexto del niño y el adolescente dentro del sistema educativo, pero sus motivos y fines de indisciplina, si es que los tienen, no corresponden con el de sus hijos, en el caso de los padres, o con el de sus estudiantes, en el caso de los docentes. De esta manera, sin adultos indisciplinados, sin adultos dotados de una rebeldía intelectual, el desarrollo de la indisciplina de los niños queda reducida a un estar en contra de algo sin saber de qué, condenada a la domesticación, al reflejo disciplinado y autoritario de la adultez, y que pasa además por el “diagnóstico precoz” que hago acerca de la pérdida de valoración al conocimiento, que además vinculo con la crisis de la ciencia que describe Heidegger.
Efectivamente, en el peor de los casos, ausencia de indisciplina, y en el mejor de los casos, divergencia de las causas y fines de la indisciplina, ante una sociedad repleta de leyes, reglas y normas, que no inventamos y no estamos dispuestos a su aceptación, adaptación, resignación y conformismo hacia lo instituido. Asumiendo que la indisciplina pueda encontrarse en niños, adolescentes y adultos, la divergencia de las causas y fines de indisciplina se hallan en los diferentes sectores de la sociedad, principalmente condicionados y girando en torno a relaciones de autoridad, como es el caso de las relaciones entre trabajadores-empleadores; las diferencias entre trabajadores, lo mismo que entre niños y adolescentes, ocurren debido a la domesticación, dominación y control alienante que ejerce la inserción de la idea del éxito, la cual está vinculada directamente con la autoridad, como fuente dadora de privilegios, beneficios y recompensas, que serán recibidos proporcionalmente según el grado de adaptación demostrado y serán incrementados a través del ascenso progresivo en la jerarquización del control. Por tal motivo, resultaría obvio, que la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la igualdad y la libertad, no es una mera cuestión simplista que se exprese a través de un discurso teórico dentro de los muros y las jaulas escolares, sino una vivencia y una experiencia cotidiana del día a día.
Ante la ausencia de disciplina en el adulto y las discrepancias de causas y fines de la indisciplina del adulto, en caso de que existiere, María Susana Paponi, sugiere ubicar la actitud del docente en otro lugar, dirigiendo la mirada y la atención hacia el niño y el adolescente, lo cual levanta mis sospechas de una intencionalidad domesticadora. Aunado a esto, si se habla de una “democratización” real de la vida social, y vaya que esto si que es “una definición preestablecida y de tan repetidas gastadas, curiosamente convertida en principios”, también es difícil distinguir que la realidad social del docente se encuentra sumida en una confrontación que deviene de las relaciones de autoridad y que podrían categorizarse por áreas de conocimiento, perfiles universitarios, titulación versus contrato, condiciones económicas y finalmente la militarización y jerarquización de los docentes a través de ascensos.
La indisciplina para que sea realmente indisciplina, y ratifico diciendo, para que sea realmente adversa a la disciplina, ha de surgir de manera natural, espontánea y voluntaria, sin agentes externos que la provoquen, de lo contrario, la indisciplina se constituiría de rasgos disciplinados, es decir, disciplinar la indisciplina, o dicho de otra manera, domesticar la indisciplina “para aprender a escucharse a través de los otros”, lo cual resuena como a los falaces, clásicos e interesados diálogos de negociación procedentes del Estado, como orden establecido, para suprimir la disidencia. Es una aberración pretender que es posible justificar la indisciplina desde el orden establecido, lo mismo que ocurre al pretender que es posible justificar movimientos sociales dirigidos por gobiernos; he aquí que la indisciplina es autónoma.
La autora realiza un recorrido comparativo entre los estudios primarios y secundarios de su madre, su propia formación primaria y secundaria, y la escuela de sus hijos; el aspecto evidente y en común que resultó de esta comparación, fue la personita a formar que aparece siempre “cuestionada y no respetada pues el análisis es lo que la escuela no soporta”.
Si la tradición es un conjunto de costumbres repetidas desde tiempo pasado, entonces la tradición tiene una vinculación con la historia. Esta significación de repetición histórica de la tradición, posee un rasgo conservador que pretende preservar algo de manera fiel y acrítica. Sin embargo, el conservadurismo de la tradición, para permanecer en el tiempo, requiere de cambios aparentes de renovación y reinvención, que se adecúen convenientemente a nuevas circunstancias, incluso, modificando el pasado si fuera necesario, tal como dijera Jean Paul Sartre.
            En este sentido, cuando me refiero a la educación tradicional, disciplinada y autoritaria, me refiero a aquella educación que se viene aplicando a través de la noción formativa del conductismo, desde la antigüedad griega hasta la actualidad, y cuyas principales características han sido: la memorización de conceptos; la acumulación de conocimientos por repetición acrítica de contenidos; los muros escolares para la estancia de niños, adolescentes y jóvenes; el profesor como base del conocimiento, organiza, elabora, ordena, programa y traza el camino a seguir de aquello que “debe” ser aprendido, imitado y obedecido; la disciplina y el castigo como elementos fundamentales y suficientes para desarrollar las virtudes humanas de los estudiantes; el método de enseñanza igual en todo momento para todos los estudiantes; la evaluación como arrogante pretensión de que el conocimiento es medible por personas que están dotadas de elevados coeficiente intelectual y grado de inteligencia.
Esto es precisamente lo que ocurre con lo observado por María Susana Paponi, al comparar tres momentos diferentes de la educación y del sistema educativo. Convenientemente, según las circunstancias propias de cada momento, han sido diversos los cambios aparentes que se han introducido en la educación tradicional y disciplinaria, para mantener renovada su imagen, aduciendo de manera falaz que ha sido superada, como es el caso del auge de modelos educativos basados en el vigente enfoque de competencias. Un enfoque de competencias, que perpetúa la educación tradicional, que en sí misma es autoritaria puesto que se limita a desarrollar las habilidades y capacidades del individuo en función del éxito, que no es más que un elegante aliciente que deviene en el arquetipo de una armoniosa adaptación del estudiante y el docente a las condiciones dominantes del entorno social, que sólo es posible en un conveniente nivel de desarrollo de moral heterónoma convencional, basada en la obediencia, la recompensa, el castigo y la aceptación, que sujeta y condiciona a los estudiantes y docentes, a un poder externo a ellos, a través de leyes y principios imperantes en ese entorno social e impiden el desarrollo de sus voluntades. Esto es, la disciplina de la indisciplina o indisciplina disciplinada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario