En
este vago esfuerzo que me he propuesto hacer para caracterizar el origen,
desarrollo y auge del estatismo venezolano, es necesario apelar a dos
representaciones de decadente prestigio en su pretensión de describir la
realidad: la historia y la política. En cuanto a la historia, el subjetivismo
interpretativo acerca de los hechos, en el que termina imponiéndose la exégesis
dominante, y el carácter predictivo del futuro que se le atribuye, igualmente arbitrario,
que decreta la imposición y niega la voluntad; en cuanto a la política, la
interpretación reduccionista basada en el estatismo, que ha repercutido en la
quietud, desinterés, pasividad y distanciamiento de toda acción política, la
cual ha terminado por considerarse de inherencia absoluta al Estado.
El origen del estatismo venezolano, se
sitúa en el período correspondiente a la dictadura de Juan Vicente Gómez, en el
cual ocurre la conformación del estado moderno en Venezuela, que en su última
etapa, comprendida por los movimientos estudiantiles de 1928 y la posterior
muerte del “Benemérito” acaecida en 1935, comenzaría a sentar las bases del
sistema político de democracia representativa, basado en la organización de partidos políticos. Para
analizar las razones del origen de este estatismo, conviene ubicar el contexto
histórico del pensamiento político en el resto del mundo, con el fin de inferir
su incidencia en el estatismo venezolano y mostrar la idea evolucionada y los
conceptos elaborados que se estructuran en torno a la noción de Estado a
principios del siglo XX.
La incidencia de la noción de
Estado, la Teoría de Estado y su historia como fiel reflejo del
perfeccionamiento de una maquinaria para ejercer el control y la dominación, no
solo es palpable en Venezuela, sino también en un mundo en el que se han
sembrado Estados por doquier, por haber logrado el ciego convencimiento de que
el Estado es la panacea a todos los problemas de las sociedades humanas. Tal
como expresara Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”: “En nuestro
tiempo, el Estado ha llegado a ser una máquina formidable que funciona
prodigiosamente, de una maravillosa eficiencia por la cantidad y precisión de
sus medios. Plantada en medio de la sociedad, basta con tocar un resorte para
que actúen sus enormes palancas y operen fulminantes sobre cualquier trozo del
cuerpo social”.
El
pueblo venezolano, al igual que el resto de los pueblos del mundo,
históricamente han quedado a expensas del militarismo y de las élites políticas
que invocan la representatividad, y se han usufructuado del desconocimiento
político de quienes han llamado débiles, y desean convenientemente que
permanezcan débiles; esto sólo es posible a través de un Estado, que según la
definición de Max Weber “posee el monopolio legitimo de la violencia dentro de
un territorio”.
El
desarrollo del estatismo venezolano del siglo XX, fue influenciado por el auge
del izquierdismo, sin advertir que el origen de la izquierda procede de la
burguesía menos aventajada (jacobinos) que comenzaba a escalar posición de
poder en el Parlamento francés, una vez finalizada la Revolución francesa. De
la misma manera que la sociedad venezolana no pudo escapar del advenimiento, a
comienzos del siglo XIX, de un proceso liberal, burgués y capitalista, de
fundación de Repúblicas, como consecuencia del influjo de la Revolución
francesa en la Guerra de Independencia contra la dominación española, que
estuvo enmarcada en los trabajos de filosofía política de Hobbes (El Leviatán),
Rousseau (El contrato social), Locke (Tratados sobre el gobierno civil) y
Montesquieu (El espíritu de las leyes), tampoco pudo evitar ser alcanzada por
la pujanza de un modelo social y de política económica que surgió en Europa a
finales del siglo XIX a partir del movimiento obrero y el socialismo.
Este
modelo social y de política económica, es el de la socialdemocracia, también
denominado socialismo reformista, el cual, inspirado principalmente en el
pensamiento de Marx, exhortaba a la creación de partidos como vanguardia
organizativa de las fuerzas trabajadoras y, se impuso ante las propuestas más
radicales y revolucionarias del socialismo y el comunismo, tanto autoritario
como libertario. También influyó la teoría evolucionista del socialismo de
Bernstein, quien considera que las condiciones de lucha del trabajador han
cambiado como consecuencia de una democracia que se ha convertido en instrumento
de conquista popular, posibilitando la transformación del capitalismo al
socialismo a través de un proceso de reformas políticas y económicas orientadas
hacia la confrontación electoral y la presencia parlamentaria de los partidos
socialdemócratas. Otro pensador que influyó sobre la socialdemocracia en este
período, fue Keynes, a través de su teoría económica denominada keynesianismo,
en la que propone el control estatal de los mecanismos financieros, que guiará
el proceso evolutivo hacia el socialismo.
Este
ha sido el patrón de estatización seguido en Venezuela y el resto del mundo,
como resultado de una mezcolanza principalmente de los liberales Hobbes,
Rousseau, Locke, Montesquieu, con los socialistas Marx, Bernstein y Keynes. De
esta manera, evidenciamos que liberales y socialistas, al menos aquellos de la
domesticada tendencia socialdemócrata, que hoy día realmente son casi todos, tienen más en común que lo que les diferencia,
y es precisamente la enorme atracción que sienten por la superestructura
estatal y el poder que les confiere. Esto no es más que la conciliación de dos
conglomerados teóricos para ejercer el control, la dominación y el poder.
Los
rasgos estatistas son igualmente comunes en Venezuela y el resto del mundo. No
hay Estado que no sea populista-paternalista-clientelista, puesto que no hay
Estado que no surja con el fin de ofrecer todas las respuestas de solución a
los problemas de la sociedad, así como no hay individuo que no crea que sus
problemas deban ser resueltos por el Estado. Por otro lado, el Estado para
ejercer el poder y el control, necesita de la uniformidad de pensamiento, y es
allí donde el estatismo se ha servido del partidismo, conformando de esta manera
la relación simbiótica Estado-partidos, absorbiendo y subordinando, toda
expresión y aspiración social e individual.
Otros
rasgos característicos del estatismo, es el gobierno mal llamado
representativo, que sólo es posible a través del circo electoral al que someten
toda una población cada cierto período de tiempo; toda una expresión de “tiranía
de la mayoría”, en la que el rebaño elige su amo de turno, si es que no se han
creado los instrumentos legales correspondientes para reelegir indefinidamente
al rey de la monarquía o dictadura democrática.
El
Estado, además debe contar con la obediencia, subordinación y disciplina
propias de un brazo armado, como la más alta expresión de militarismo
uniformado; debe contar con un brazo adoctrinador educativo, como mecanismo de
ascenso social, que contribuya al fortalecimiento de su poder, su estructura vertical
y burocrática, retribuyendo con grandes privilegios y beneficios a quienes se
rindan ante él -el Estado- con sus servicios.
Podría
decirse, que el único rasgo particular que permite diferenciar el desarrollo
estatista venezolano con la expresión de los estatismos de otras regiones
cercadas de poder o naciones, es el de los ingresos que se obtienen como
resultado de la renta procedente de la explotación petrolera, lo cual fortalece
el poder de control del Estado, tanto interna como externamente.
He
aquí que podemos identificar varios mitos fundacionales del estatismo,
específicamente el estatismo venezolano y su sistema democrático, tales como: La
noción de izquierda y derecha como espectro político, vinculando el bienestar
del pueblo con la idea de “izquierda”; la fundación de Repúblicas, “el espíritu
de las leyes” y el constitucionalismo, la socialdemocracia y la democracia en
sí misma, como todo un constructo diseñado para dar libertad al pueblo; la obligatoria
aceptación de un “contrato social” impuesto; los partidos como vanguardia
organizativa que sabe cómo guiar y orientar al pueblo hacia su bienestar.
Pero,
toda fantasía mitológica incluye personajes dotados de omnipotencia, divinidad
y supremacía, es decir, Dioses, y los Dioses de los mitos anteriormente
mencionados, son principalmente: Hobbes, Rousseau, Locke, Montesquieu, Marx,
Bernstein y Keynes. Por supuesto, toda
mitología necesita de semidioses, aquellos hijos nacidos de la unión de un Dios
y un humano, ya que son estos, los que con su actuación le dan fuerza a los
mitos, perpetúan la necesidad de valores inmutables a costa del temor que cosechan
de la siembra de inseguridad y crisis en los débiles mortales; saben con
certeza, que la sociedad de débiles mortales necesita de mitos, Dioses y
semidioses, para asegurar la cohesión y uniformidad mental del rebaño. Los
personajes de semidioses varían según el cerco de parcela nacional, en el caso
de Venezuela, encontramos a Bolívar en el siglo XIX y a Betancourt en el siglo
XX, solo por mencionar a un semidiós por siglo.
Tal
como ocurre el proceso de modernización en Venezuela, el alzamiento
cívico-militar del 18 de octubre de 1945, contra el gobierno de Isaías Medina
Angarita, y el movimiento cívico-militar del 23 de enero de 1958, con el que se
derroca al gobierno de Marco Pérez Jiménez, constituyen hitos históricos que marcan
una señal de bifurcación, indicando que definitivamente se ha tomado el camino
hacia el pleno desarrollo del estatismo venezolano, dejando a un lado el camino
del desarrollo de la capacidad autónoma de los diferentes sectores sociales
para tomar sus propias decisiones e iniciativas. Se ha elegido el camino del
militarismo y el partidismo, y aunque la explotación del petróleo es una
limitante que sirve al predominio de ambas élites, el camino hacia la autonomía
siempre estará allí, esperando por los trabajadores, estudiantes y campesinos.
“Los
constructores de Repúblicas ideales querían dar la libertad al pueblo, mas la
libertad dada deja de ser libertad… mientras dicen dar la libertad, formulan un
detallado plan que ha de ser obedecido estrictamente”. […] “Los visionarios son
objeto de mofa o desprecio, y los “hombres prácticos” rigen nuestras vidas. Ya
no buscamos soluciones radicales, sino meras reformas, a los males de la
sociedad; ya no tratamos de eliminar la guerra, sino de evitarla durante
algunos años; ya no tratamos de eliminar el delito, sino que nos contentamos
con reformas judiciales; ya no tratamos de extirpar el hambre crónica, sino de
crear instituciones mundiales de caridad. En una época en que el hombre está
tan preocupado por lo práctico, lo pasible de realización inmediata,
constituiría saludable ejercicio volver la mirada hacia quienes soñaron utopías
y rechazaron todo lo que no satisficiera su ideal de perfección”. María Luisa
Berneri, escritora y propagandista italiana (1918-1949), tomado de su texto “Viaje
a través de la utopía”.
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