Zaratustra se marchó a la montaña; esperando gozar de su soledad se encontró con Caín, Prometeo y Sísifo; obviamente,no salió nada "bueno" para los "buenos": Bajó de la montaña
el Zaratustra anarquista y rebelde.

viernes, 1 de agosto de 2014

Fantasmagoría teológica del derecho (Parte I)

            Vivimos rodeados de fantasmagorías, de ideas y conceptos sistematizados y articulados en instrumentos teóricos y lógicos que proceden de la teología, ciencia que ocupa un sitial de honor en el estudio de espectros fantasmales, entre los que se encuentra aquellos que se manifiestan a través de la representación jurídica y la legalidad, que en su pretensión de generalidad no tienen existencia real.
Específicamente, la teología del derecho constituye una rama de estudio fundamental en la configuración de un sistema arbitrario, orientado a la ordenación de la sociedad a través del ensueño legal, sosteniendo, induciendo e incitando permanentemente a la necesidad de la fantasía del orden jurídico en respuesta a los problemas de dicha sociedad; por consiguiente, tratándose de espectros fantasmagóricos y su inexistencia real, cuando nos proponemos emprender un análisis e interpretación de la realidad social en tiempo presente, resulta obvio que toda instrumentación legal, siendo de naturaleza espectral, es inútil.
            Si presuponemos que la idea de este orden jurídico sea respuesta a los problemas de la sociedad, entonces estas continuas e interminables soluciones de problemas y satisfacciones de necesidades que surgen a través de la creación y fortalecimiento de este abarrotado aparataje legislativo, estarían directamente relacionadas con las ideas de bienestar y progreso, puesto que se cree que es una mejora en pro de alcanzar una mayor felicidad social y armonía colectiva.
            Por otro lado, asumiendo que la historia sea la ciencia que estudia el desarrollo sistemático de hechos ocurridos en tiempo pasado o presente (pasado inmediato) y su incidencia en el futuro, si nos referimos específicamente a la realidad del pasado inmediato y su interpretación teológica del derecho, pareciera que la historia habría de ser la historia del bienestar y progreso de la sociedad, y de ser así, sería la misma historia de la libertad y la servidumbre humana, sencillamente porque no hay ninguna ley que sea promulgada en virtud del bienestar y progreso que no atente contra la libertad o en contra de nuestra servidumbre, si fuera el caso que estimemos que las leyes nos hace libres.
            Si nos proponemos la tarea de conceptualizar, definir, describir y caracterizar la libertad, veremos que es inevitable lograr tal cometido sin hacer mención de una palabra clave o descriptor, y me refiero específicamente al término “autonomía”; análogamente, si emprendemos esta misma tarea de caracterizar el opuesto de libertad, es decir, la servidumbre, igualmente encontraremos que es ineludible hacer referencia al término “heteronomía”, que obviamente es contraria a la “autonomía”.
            Este recorrido que iniciamos en la teología del derecho y ha llegado a la autonomía, pasando por la relación histórica entre el bienestar y progreso de la sociedad y la libertad, nos conduce nuevamente a la teología del derecho, puesto que la autonomía en su definición común, designa la facultad, condición o capacidad de un individuo para darse sus propias leyes, mientras que en la definición frecuente de heteronomía, esta capacidad que caracteriza a la autonomía es sometida a las formas jurídicas, lo real es la norma legal y toda norma legal es exterior a cualquier individuo.
Aquí vemos, como la idea de las “leyes naturales” y lo “universal” funcionan como instrumentos de naturalización de artificios, muy útiles para establecer las relaciones de yugo y dominación. La autonomía a la que me refiero trasciende la concepción de la teología del derecho; la autonomía a la que me refiero tiene que ver con la “voluntad de poder” o las fuerzas constitutivas de los individuos para desarrollarse plenamente en sí mismos, tanto en capacidades como en recursos que necesite para lograr dicho desarrollo.  

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